Juana Saltitopa «La Coronela»

Juana Saltitopa “La Coronela

En medio de esa vida vegetativa creció esa muchachita Juana, vivaracha y saltarina, de donde le vino el mote de Saltitopa, pues le gustaba trepar árboles para recoger sus frutos y saltar de rama en rama.

El historiador Ubaldo Gómez Moya, en una carta publicada el 22 de mayo de 1937 en “El Progreso” de La Vega, escribió (Despradel Batista): Siendo yo niño oí a mi segunda madre motejar con el calificativo de Saltitopa a las muchachas vivarachas. Sabrás que en aquellos tiempos una mujer en una tropa se consideraba de no buena reputación.

Juana era, cosa rara en su época, liberal, montaraz, ruda en sus gestos y sus acciones, e imponía sus criterios y sus deseos aún sobre los muchachones que hechos ya hombres se veían obligados a prestar el servicio de conscripción militar que imponían las autoridades haitianas al cumplir la edad de los 16 años. Así se formaron las milicias cívicas de la Era de la Ocupación occidental.

Mujer de ya conocido carácter agitado e independiente, con pronunciada vocación para los lances propios de los hombres, Juana instantáneamente quedó afectada de ardor bélico que flotaba en aquel centro urbano (La Vega), mientras se construían apresuradamente defensas, se desempolvaban armas antiguas y se recolectaban machetes para esperar al Ejército Haitiano.

Cuando en marzo de 1844, las tropas haitianas se dirigen hacia Santiago, en esta ciudad se congregan tropas de comunidades vecinas, incluyendo de La Vega. “Llegadas las tropas de La Vega, entre las que figuraba la gente de Jamo, capitaneada por Marcos Trinidad, Juana, parienta suya, concurrió al cuartel de sus comarcanos con la resolución de participar en la esperada lucha como soldado.

El 30 de marzo de 1844 al mediodía se inicia la batalla de Santiago. Juana en el fragor de la pelea ocupaba lugar entre los combatientes, estimulándoles con frases y ademanes de incitación. Secos por un instante los cañones de la línea de fuego donde ella actuaba, fue al río más de una vez a buscar el agua necesitada, mostrando un gesto de atrevimiento que por sí valía para mantener en alto la moral de la tropa.

Terminadas las campañas libertadoras de la Independencia, las actividades de La Coronela fueron más de la vida privada que de la política. Esteban Aybar y Aybar, oriundo de San Cristóbal y soldado de la Independencia y de la Restauración, escribió en sus memorias (publicadas parcialmente por Despradel Batista):

“… la muerte que le dio una mujer de la vida, a un coronel haitiano, la cual se nombraba Merced y por mal apodo (a) Md. Sartaitopa, a esta la conocí anteriormente en Santiago por ser de allí, y el año 1952 la vi en Santo Domingo, ganando un sueldo de coronela, por el Gobierno, pero más tarde Santana por su relajo, le privó del sueldo y empleo y la despachó otra vuelta para el Cibao,…” Casi siempre andaba, tanto en La Vega como en Santiago, acompañada por dos mujeres: Juana Colón, santiaguera, y Petronila Suárez, vegana.

En un artículo publicado en “El Progreso”, de La Vega, el Dr. Jovino A. Espínola reprodujo el testimonio de Bríjida Minaya (Mamá Billa): Sí; Juana en ese tiempo era una mujer más valiente que muchos hombres; te contaré que en una fiesta que dieron en la “La Jina Mocha”, yo presencié que Juana tendió de una bofetada largo a largo en el suelo a Bartolo Pérez, porque este trató de abusar con ella echándole el brazo por el hombro y halándole una trenza. Debo decirte también que en Santiago ella peleó mucho contra los franceses prietos [haitianos]; en esas peleas Juana echaba para adelante a los hombres que se acobardaban, atendía a los heridos, le pasaba agua a los combatientes para que calmaran su sed y refrescar los cañones, le llevaba pólvora en su delantal o en su pañuelo a los artilleros y les cantaba coplas a los soldados para que siempre estuvieran contentos y valerosos.

Fue un aciago día del inicio de la década de 1860 que Juana Trinidad, la Saltitopa, La Coronela inmortal, mientras regresaba de su campiña del Jamo que jamás volvería a ver, murió oscuramente asesinada entre Nibaje y Marilópez, camino hacia y en las cercanías de Santiago de los Caballeros, el hidalgo pueblo que adoptó como suyo tras de haberse consagrado allí como una protagonista epónima, casi legendaria, de la gesta gloriosa de la Batalla de Santiago del 1844.

Referencias

  • Despradel Batista, Guido. Historia de la Concepción de La Vega. 2da. Edición. La Vega (R.D.). 1978.
  • García Lluberes, Alcides. Dos Grandes Batallas. CLIO, Núm. 110, Abril-Junio. Santo Domingo (R.D.). 1957.
  • Hungría Morell, Radamés. Calendas históricas y militares dominicanas. Museo Nacional de Historia y Geografía. Santo Domingo (R.D.). 1985.
  • Martínez, Rufino. Diccionario Histórico-Biográfico Dominicano. 3ra. Edición. Santo Domingo (R.D.). 1997.

Fuente:

http://www.jmarcano.com/

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