Este hecho tuvo como campo de batalla la sabana de Palo Hincado, cerca de El Seibo. Un grupo de valientes hombres comandado por el cotuisano Juan Sánchez Ramírez venció a las tropas francesas comandada por el general Jean Louis Ferrand.
Los colonos españoles lucharon por mantener su nacionalidad y por preservar su identidad, ya que con la ocupación francesa que se inicia en 1802, los franceses pretendían hacer desaparecer una nación, la cual se había conformado en un proceso de más de tres siglos, con todos los elementos que componen la nacionalidad como el origen, la historia, la lengua, la religión y las costumbres.
Antecedentes (Tratado de Basilea)
Debido a los cambios provocados por la rebelión de los esclavos en la colonia francesa de Saint Domingue, también Francia ocurrían cambios políticos de gran relevancia. El gobierno burgués de los girondinos fue derrocado por los radicales jacobinos quienes inmediatamente declararon la guerra a Inglaterra, Holanda y España, potencias enemigas de la Revolución Francesa.
España fue a la guerra por defenderse contra el republicanismo francés, pero la perdió y a mediados de 1795 se vio obligada a poner fin a la lucha firmando un tratado de paz en la ciudad de Basilea, el 22 de julio de ese año. Con este tratado España logró recuperar sus posiciones perdidas en manos de los franceses, a cambio de entregarles a éstos la parte oriental de la isla de Santo Domingo.
Sin embargo, los españoles continuaron ocupando y gobernando Santo Domingo hasta el 1801, cuando Toussaint L’Ouverture, erigido por sí mismo en ejecutor del Tratado de Basilea, ocupó todo el territorio oriental, hasta que fue desalojado en 1802 por los franceses comandados por el general Leclerc, cuñado de Napoleón Bonaparte.
Gobierno francés
Durante la era francesa en Santo Domingo, a partir de 1802 y sobre todo desde 1804, hubo sin duda convencidos francófilos entre los dominicanos. El brillo de la Francia napoleónica se percibió y surtió sus efectos en el país. Una vez rechazada la invasión de los vecinos haitianos, se advirtió que se iniciaba una administración competente y progresista; se advirtió que el gobernador francés, general Jean Louis Ferrand, era hombre capacitado y bien intencionado.
Durante su gobierno, los franceses se ocuparon de las labores de reconstrucción y consolidación de la Colonia. Ferrand lanzó proclamas en el extranjero llamando a los franceses a vivir en Santo Domingo; muchos acudieron al llamado lo mismo que algunas familias españolas, y así continuaron las cosas mejorando increíblemente después de tantas vicisitudes. En Samaná, por ejemplo, que hasta entonces había sido una aldea pobre y olvidada, el Gobierno fomentó la plantación de cafetales que ya en 1808 prometían dar nueva vida a esta región, cuya población francesa creció tanto que Ferrand llegó incluso a hacer preparar los planos de una moderna ciudad que llevaría como nombre “Puerto Napoleón”. Los bosques de madera, que hasta entonces habían sido explotados muy esporádicamente, fueron objeto de una explotación regular, pues la caoba de la Isla por su belleza tenía gran demanda en Estados Unidos y en Europa. Los impuestos fueron rebajados hasta el mínimo a fin de ayudar a los habitantes de la Colonia a recuperar sus fortunas.
Ferrand estableció un gobierno paternal, amparado en un decreto de Napoleón del año 1803 por medio del cual ordenaba respetar los usos y costumbres españolas, especialmente en lo que a la organización jurídica tocaba. Lo cierto fue que hubo colaboración entre la población y las autoridades, aunque Ferrand, convencido de que los sentimientos hispánicos seguían vivos entre la gran mayoría de la población, evitaba tanto como era posible, las ocasiones de hacerles sentir su poder.
Toda esta tranquilidad vino a quebrarse con motivo de dos acontecimientos que tuvieron lugar, uno en la Colonia y el otro en Europa. El primero fue la orden de Ferrand a los habitantes de la Colonia para que suspendieran todo trato comercial, en especial las ventas de ganado, a la parte occidental de la Isla gobernada por los haitianos.
El otro acontecimiento que vino a turbar la existente armonía entre franceses y dominicanos fue la invasión de España por parte de Napoleón Bonaparte a principios de 1808. Este hecho, y otros relacionados, se conocieron en detalle en las posesiones españolas casi inmediatamente y ya en principios de mayo se sabía que Napoleón tenía la intención de nombrar como Rey de
España a su hermano José Bonaparte.
En Santo Domingo, particularmente, en donde los franceses gobernaban a una población que todavía seguía considerándose española, la traición de Napoleón contra los monarcas de España provocó la indignación de los propietarios más importantes que ahora se consideraban doblemente humillados al saber que también la Madre Patria había caído bajo el dominio francés y al ver sus negocios lesionados por la prohibición de vender sus ganados a los haitianos.
Batalla de Palo Hincado
El día 6 de noviembre avanzó el jefe dominicano hasta Magarín y le pareció que el sitio no había sido bien escogido por el teniente Francisco Díaz. Además, un recio temporal le dañaba las pocas armas de fuego y municiones de que disponía. Apreciando que el paraje de Palo Hincado, a media legua al oeste de la población del Seibo, reunía mejores condiciones, llevó allí su gente y dictó sus órdenes para esperar a pie firme al enemigo.
No confiando momentáneamente en Díaz, resolvió tomar él solo todas las disposiciones en la noche del 6, víspera de la fecha anunciada por Ferrand para su entrada en el Seibo. La lluvia no cesaba, con todas sus adversas consecuencias. En la madrugada del 7 les escampó en el hato de la Candelaria y Sánchez Ramírez hizo secar al fuego los fusiles, amunicionar la tropa y proveer de lanzas a los de a caballo, presto a combatir “el furor y la rabia de los Napoleones que infestaban la Primada de las Indias por la infamia de un español desnaturalizado”.
Los reconquistadores llegaron a Palo Hincado entre las nueve y las diez de la mañana. El brigadier puso a Francisco Díaz en una posición de confianza en lo más alto del terreno, al frente de los casi trescientos combatientes que portaban fusiles. En el mismo lugar se instaló Sánchez Ramírez con su estado mayor, impartiendo órdenes para distribuir convenientemente sus tropas.
Entre muchas otras disposiciones tomó la de ordenar al puertorriqueño José de la Rosa emboscarse con treinta fusileros a retaguardia del enemigo para distraerle la atención después que rompiese el fuego en el frente. De la Rosa había sido uno de los llegados a Boca de Yuma el 29 de octubre, procedentes de Puerto Rico.
Situado en el centro de su ejército, en la eminencia mencionada, el brigadier colocó a su derecha a Manuel Carvajal y a su izquierda a Pedro Vásquez. Miguel Febles le servía de ayudante mayor.