La esclavitud, cuando una persona está sometida a los propósitos de otra que la explota para conseguir un beneficio económico, es la forma más aguda de la injusticia. Se debe educar en el valor de la justicia a las personas desde su infancia, tanto en la escuela, como en las universidades, así como a nivel familiar.
La justicia como virtud consiste en el hábito o voluntad firme, constante, perpetua y libre de ser humano de reconocer y otorgar el derecho de los demás. Persona justa es la que realiza el bien que le impone la virtud de la justicia. El acto virtuoso es por esencia libremente determinado y por tanto voluntario. La persona virtuosa realiza perpetua y constantemente actos justos.
La justicia no puede ser contemplada solamente desde el punto de vista de la persona que realiza actos justos, sino también desde la perspectiva de sus enlaces sociales.
Cicerón dijo que «la justicia es un hábito del alma, observando en el interés común, que da a cada cual su dignidad». Si la justicia consiste en dar a cada cual lo que le corresponde, entonces la justicia, a diferencia de las demás virtudes, sólo comprende las relaciones interindividuales. Por consiguiente, la justicia persigue tanto el perfeccionamiento individual como el bien social, lo que la convierte en la virtud universal o general.
La justicia es necesaria pero practicada como un valor para servir al prójimo no para explotarlo ni sacar provecho.
En suma, y como ya se dijo, luchar por la justicia, es la lucha interna del Derecho, y para que éste cumpla con su cometido no es suficiente que sus operadores alcancen la excelencia intelectual, cerebral y racional; también es necesario que acompañen a ellas las virtudes, cualidades o capacidades espirituales o éticas.