Además fue representante del movimiento Modernista. Hijo de la escritora dominicana Salomé Ureña de Henríquez y Francisco Henríquez y Carvajal.
Desde niño, recibió una especial educación. Su familia perteneció a la tradición cultural de Santo Domingo. Su hogar fue centro de gran actividad intelectual, reuniéndose en él, grandes figuras políticas e intelectuales como José Martí y Eugenio María de Hostos.
Henríquez Ureña fue un asiduo asistente a centros de reuniones y lecturas donde desarrolló el gusto por los clásicos y modernos, por el teatro español, la novela francesa y el teatro de Ibsen que le descubrió un mundo nuevo: la literatura moderna.
Vivió en Cuba, México, Estados Unidos, Argentina y finalmente en Francia, donde publicó Horas de estudio (1910), una recopilación de sus primeros trabajos.
Entre sus obras destacan, El Nacimiento de Dionisios (1916), En la orilla: mi España (1922), La utopía de América (1925), Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928), La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936), y la obra póstuma Corrientes Literarias en la América Hispana (1949), aunque ésta se había editado en inglés en 1945.
Vivió sus últimos años en la ciudad de La Plata (Argentina). Allí ejerció la docencia, dio conferencias y trabajó en actividades literarias.
La vida y obra de Pedro Henríquez Ureña comprendió varias etapas, dos en Estados Unidos, la primera, a los 17 años pasó tres años en Nueva York, aprendió el idioma, entró en contacto con las mejores bibliotecas y los más grandes valores musicales y teatrales; ahí conoció la verdadera vida americana y aprendió a estimarla en su verdadero valor.
La segunda vez que estuvo en Estados Unidos fue de noviembre de 1914 hasta 1920, etapa en donde alcanzó una sólida formación profesional y docente. Obtuvo la maestría en Arte y el grado de Doctor en Letras.
Ahí se vinculó con el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Impartió sus cursos en el Departamento de Lenguas Romances: «Vidas y costumbres en Hispanoamérica» en la Universidad de Minnesota.
La estancia de Pedro Henríquez Ureña fue una decisión que marcó el destino de su vida, encontró una afirmación de su propio ser dentro de un ámbito cultural, halló aquí el contenido esencial de su obra; un sentido de la América hispánica, descubrió en México otro mundo.
Vivió su última etapa en Argentina y abarcó de 1925 hasta su fallecimiento en mayo de 1946. Fue esta de intenso trabajo intelectual, característica primordial en la vida de Pedro Henríquez Ureña.
En este país fue maestro del Colegio Nacional de la Plata, impartió conferencias, publicó un libro de gramática, fundó la Universidad Popular Alejandro Korn, participó en congresos, prologó la colección Cien Obras Maestras, concibió la Colección Grandes Escritores de América, organizó la Biblioteca Americana y recibió la Cátedra Charles Eliot Norton en la Universidad de Minnesota, siendo el primer latinoamericano en ocuparla.
Pedro Henríquez fue un permanente educador y descubridor de vocaciones. Alfonso Reyes, su amigo de toda la vida escribió: «enseñaba a ver, a oír y a pensar, y suscitó una verdadera reforma de la cultura”.
Se identificó con México, amó a México, fue su meta, estudió sus manifestaciones culturales y descubrió sus características. Así pues, habló de México como el primero de los países de Latinoamérica donde surge y se encarna un sentimiento colectivo iberoamericano que aspira a crear una cultura propia de nuestra raza.
Calle Pedro Henríquez Ureña
La denominación de la calle Pedro Henríquez Ureña se produjo después de la caída de la tiranía, aunque el humanista fue exaltado por el trujillato a la hora de su muerte, la misma nace en la Doctor Delgado y muere en la avenida Abraham Lincoln.