Felipe Alfau

Felipe Alfau luchó con arrojo frente a los haitianos en El Memiso y en Sabana Larga, donde su dirección influyó poderosamente en el triunfo de las armas dominicanas.

Estuvo casado con María Josefa Baralt Galván, con quien procreó dos hijos, Antonio y Altagracia Alfau Baralt.

Con tan solo 19 años de edad fue de los miembros fundadores de la Sociedad Secreta la Trinitaria.

Fue gran admirador del general Pedro Santana, a quien sirvió en varias posiciones y con quien rivalizó como conductor de tropas y estadista de voluntad enérgica.

Luchó con arrojo frente a los haitianos en las batallas del Memiso y de Sabana Larga, donde su dirección influyó poderosamente en el triunfo de las armas dominicanas. Alfau después de haber recibido toda clase de distinciones de héroe de la batalla del 19 de marzo, se disgustó por un motivo sencillo de Santana y desde entonces le miró con rencor. Pero no amó al país, y a lo que en realidad servía, cuando peleaba contra Haití, debido a sus sentimientos españolistas furibundamente arraigados.

Tenaz, como buen aragonés, empleó desde muy joven todo su poder de fascinación y todo el prestigio vinculado a su apellido para inclinar a Santana en favor de la reincorporación de la República a España.

Al hijo de Julián Alfau se debió en gran parte que el futuro Marqués de las Carreras, un déspota cegado por la codicia y el orgullo, aceptara la anexión a España en vez de negociar, como parecía desearlo la corriente de opinión más respetable del país, un simple protectorado.

Después de haber promovido y obtenido la Anexión del territorio dominicano a España, fue enviado como Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante la Corte de Madrid, para ocupar diversos cargos al servicio de la reina Isabel II; al triunfar la Guerra Restauradora retornó a suelo ibérico, no volviendo jamás al país. Allí llegó a ser Gobernador de la ciudad andaluza de Sevilla.

Por egoísmo o por un sentimiento de rabiosa y estúpida adhesión a la tierra de sus antepasados, Felipe Alfau señaló desde el primer momento a su jefe el partido menos digno y menos aconsejable: el del sacrificio total de la independencia, solución repudiada por la casi universalidad de los dominicanos, que deseaban la ayuda de España para sostener su libertad, pero que no querían esa protección a cambio de una servidumbre absoluta.

Todos los trinitarios vieron desde entonces como un desertor a este malvado. La siguiente anécdota pinta el grado de rechazo que le cobró Sánchez al perjuro
.
En las postrimerías de 1844, después de una corta estancia en Irlanda, llegan a Nueva York algunas de las víctimas del decreto que condenó a destierro perpetuo a Duarte y a los principales caudillos de la Puerta del Conde.

Un día en que Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella y Pedro Alejandrino Pina, quienes figuraban entre ese grupo de inmigrantes, acosados de su país por el despotismo naciente de Santana, atravesaban una de las calles portuarias de la gran urbe, tropezaron inesperadamente con Felipe Alfau. Mella y Alejandrino Pina, desconcertados por aquel encuentro inesperado, corrieron hacia el compatriota para abrazarlo con entusiasmo efusivo. Sánchez, en cambio, miró con acritud al consejero de Santana, al antiguo Simón de las conjuras secretas de «La Trinitaria», y le volvió orgullosamente la espalda.

Murió en la ciudad andaluza de Sevilla, el 5 de octubre de 1878.

Fuentes:

Enciclopedia Dominicana, Tomo I página 40.
http://www.hoy.com.do

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