La Feria Internacional del Libro de Santo Domingo es un magno evento que se lleva a cabo cada año, con el objetivo de fomentar la lectura y por consiguiente la cultura de las mentes dominicanas. A pesar de ser un acto celebrado en la República Dominicana solamente, cuenta con presencia internacional.
La misma este año será celebrada, en su 21va versión, del 19 al 30 de abril en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte.
La Feria Internacional del Libro de Santo Domingo cuenta con una historia que se inicia hace más de medio siglo. Primero surge como un evento nacional, para luego pasar al esquema internacional que le ha dado tanto esplendor cultural al país. Don Julio Postigo, librero y pastor evangélico, fue el pionero de las ferias del libro en República Dominicana.’
Historia
En 1950, a sugerencia de Don Julio Postigo, se instituye el 23 de abril como Día del Libro, en honor a Miguel de Cervantes Saavedra. Un año después, en 1951 se realiza la primera Feria Nacional del Libro, en el Parque Colón, la cual se extendió hasta las arcadas del entonces Palacio Consistorial o Consejo Administrativo.
El señor Postigo, quien fuera propietario de la Librería Dominicana y luego de la Librería Hispaniola, y editor de la famosa colección “Pensamiento Dominicano”, fue también el que propuso la creación del Premio “Pedro Henríquez Ureña” al libro del año, que no logró entonces gran incidencia.
Las ferias del libro se siguieron celebrando anualmente de forma modesta, como modesta era para entonces la comercialización del libro en el país, donde apenas existían 4 ó 5 librerías de alguna importancia.
En ese lapso, es bueno mencionar que en 1955, para la fastuosa celebración de la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre, que celebrara los veinticinco años de la dictadura trujillista, se organizó la Feria Iberoamericana del Libro “María Martínez de Trujillo”, que tuvo como presidente de la comisión organizadora al doctor Armando Oscar Pacheco, Secretario de Estado de Educación, y de secretario al doctor Manuel de Jesús Goico Castro.
No obstante, la continuidad no fue absoluta. Se suspendió su celebración en 1956 y 1957, y luego en 1959 y 1960, que fueron años muy conflictivos políticamente. En 1961, año del fin de la Era de Trujillo, se celebró la última feria de esa etapa. La tradición se trató volver a instaurar en 1967, aunque nuevamente se interrumpió en 1968.
Posteriormente, en 1970, el gobierno de Joaquín Balaguer realizó la Exposición Mundial del Libro y Festival Internacional de la Cultura, en el edificio que hoy ocupa, entre otros organismos públicos, la Dirección de Impuestos Internos. Ese evento excepcional, que no tuvo continuidad, tenía como director ejecutivo al arquitecto José A. Caro Álvarez y su coordinador operativo lo fue el señor Jiménez Cohén, este último de nacionalidad colombiana.
En 1970, como parte de una intensa campaña para reorganizar las ferias del libro bajo un estatuto formal, se elabora el reglamento que regiría el evento. Y, finalmente, en 1973, el gobierno crea la Comisión Organizadora Permanente de la Feria del Libro a nivel nacional, mediante el decreto No. 4331, de fecha 11 de marzo de 1973, con lo que quedó institucionalizada esta celebración después de más de dos décadas de esfuerzos en este sentido.
En 1973 es cuando tiene lugar oficialmente la I Feria Nacional del Libro, en nueva etapa, con la Biblioteca Nacional como sede.
Estas sedes variarían de un año a otro. En algunos años fue el Museo del Hombre Dominicano, el Palacio de Bellas Artes, el Museo de Historia y Geografía, la Plaza Gonzalo Fernández de Oviedo (Fortaleza Ozama). Desde 1983 tuvo como espacio fijo la Plaza de la Cultura “Juan Pablo Duarte”, donde se estuvo celebrando de manera initerrumpida hasta 1995. En 1996 el gobierno no prestó su concurso para la celebración, con lo que se interrumpió el evento que llevaba 23 años de realización anual.
En 1973 se crean, para reforzar la Feria, los Premios Nacionales de Literatura, de la Secretaría de Estado de Cultura y la Dirección General de Cultura, del mismo organismo, que pasó a presidir el doctor José Tena Reyes.
Las ferias honraron siempre un gran representante de nuestras letras. Entre los honrados figuraron Flérida de Nolasco, Juan Pablo Duarte, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Tulio M. Cestero, Eugenio María de Hostos, Héctor Incháustegui Cabral, Domingo Moreno Jimenes entre otros.
En 1987, el decreto No. 183-87, dictado por el presidente Joaquín Balaguer, otorga carácter de “jurisdicción nacional” a la Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro y la hace depender de la Presidencia de la República; así también la constituyó como órgano de Derecho Público con autonomía funcional y administrativa. El mismo decreto establece que su presupuesto estará consignado en la Ley de Gastos Públicos de la Nación.
Ese mismo año de 1992, la Feria adquirió la denominación temporal de Feria Iberoamericana del Libro “Pedro Henríquez Ureña”, y se realizó, en vez de en el mes de abril, en el mes de octubre, para que coincidiese con la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.
Con la ampliación del comercio del libro y la apertura de nuevas y modernas librerías, además de la producción inusitada de obras de autores dominicanos, la Feria del Libro quedó institucionalizada con estas celebraciones anuales que se convirtieron en la mayor fiesta cultural del país hasta nuestros días.
Cuando se inauguró la primera etapa de la Feria del Libro, apenas existían algunas librerías Dominicanas, ubicadas en la zona colonial de Santo Domingo.
En 1997 se hizo la primera prueba para feria internacional, al invitar a 40 editoras de 8 países: España, México, Venezuela, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Puerto Rico y Cuba. En anteriores eventos, estos dos últimos países siempre tuvieron una activa participación. Se incluyó la presentación de renombradas figuras de las letras internacionales, como el uruguayo Eduardo Galeano, y se dedica la feria a la exitosa escritora dominicana Julia Álvarez y al escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez. La feria honró a Salomé Ureña de Henríquez en el Centenario de su muerte.
En 1998, en que la Feria Nacional del libro cumplía sus veinticinco años de existencia, se inició la tercera etapa de estas ferias, con la decisión de convertirla en feria internacional. Desde entonces, para cada año se escoge una nación como país invitado de honor y se dedica a una importante
En 2000, la feria tuvo como país invitado a Francia y rindió su dedicatoria a Juan Bosch. En este año, la Feria Internacional del Libro pasó a ser presidida por el intelectual y narrador Carlos Esteban Deive. El evento tuvo continuidad, lo que contribuyó a mantenerlo en el cronograma cultural del país. Se mantuvieron intactos algunos elementos establecidos desde el lanzamiento internacional del evento, como la dedicatoria a un país y la celebración del Premio Eduardo León Jimenes al libro del año.
En 2005, la dirección general del magno evento ferial retornó a sus orígenes, en cuanto a la calidad de organización y contenidos, gracias a las preocupaciones de José Rafael Lantigua, quien fuera Ministro de Cultura en ese entonces. La Dirección General de la Feria del Libro pasó a ser dirigida por el Lic. Alejandro Arvelo y el escritor Pedro Antonio Valdez, director general y director ejecutivo, respectivamente. Se dispuso, por instrucción del Ministerio de Cultura, retomar la Feria para volver a convertirlo en una gran fiesta del libro de repercusiones continentales. Como parte de este plan, la feria fue movida de la Plaza del Conservatorio, para realizarla en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte. Con el traslado se buscaba aprovechar un área mejor urbanizada, con mayor cantidad de salas, área verde mejor conservada, museos y edificaciones destinadas para la cultura.
El éxito apareció en la primera convocatoria, la de 2005. Se eliminaron viejos stands, que ya habían cumplido su ciclo de vida, y se elevaron estructuras nuevas, más modernas, frescas y adecuadas. Se construyeron varios pabellones conmemorativos y funcionales. Uno de ellos, el Pabellón de Autor@s, dio formalmente cabida a escritores y escritoras independientes, para que pudieran, sin necesidad de alquilar un stand, vender sus libros al público. Se recuperó la Tribuna Libre, para dar cabida a diversas actividades del pensamiento. Se rediseñó el equipo de coordinadores, de manera que se pudieran cubrir los diversos aspectos de manera especializada. En este tenor, fueron creadas nuevas coordinaciones, como las de Participación Escolar y la de Participación Universitaria.
En este nuevo espacio, el programa cultural se amplió de manera considerable. El nuevo campo ferial alojó más de 2,000 actividades, desde presentaciones de libros y conferencias hasta obras teatrales y espectáculos culturales. Con este nuevo formato, se ha logrado un programa cultural amplio, diverso y siempre en camino hacia lectores y lectoras, lo que ha convertido el evento en un verdadero Festival Cultural que tiene al libro como centro, inicio y fin.