Por los primeros meses del año 49 desempeño el cargo de Tribuno. Luego el Presidente Jiménez le confió el Ministerio de Hacienda. Participo en la defensa de la plaza, sitiada por Pedro Santana después de la victoria de Las Carreras; y caído el gobierno, fue de los desterrados.
Tiempo después de reintegrarse a la patria se vio enredado en la conspiración revolucionaria que puso a Pelletier al borde de la tumba el año 1855. Logro asilarse oportunamente al irse al extranjero. Lo amparo la amnistía dada por el Presidente de Regla Mota el año 1856; y al volver a pisar el suelo patrio, o acaso antes, ajustó su vida pública a una nueva trayectoria. Los contratiempos padecidos, mas la dolorosa impresión ocasionada por la muerte del hermano Tomas, con quien se fue cruel, influyeron en su decisión por el lado practico de las cosas. Se convencía de la inutilidad material de tanto sacrificarse por la expresión ideal de la patria soñada en el seno de La Trinitaria. Mientras se mal vivía, la realidad social se mostraba cada día mas irónicamente cruel.
Trillando la nueva fase, ignoraba, como ocurrió con otros compañeros, la gloria que confería, con su consiguiente responsabilidad, el haber sido esforzado luchador por el advenimiento de la República. Cuando la Revolución del año 57 era Comandante de Armas de Baní. Depuesto del mando, los insurrectos le llevaron preso a Santiago, pasada la revuelta, quedo a las órdenes del Gobierno. Abrazo la causa de la Anexión, y el cambio de régimen le fue grato. A la hora de surgir la protesta del pueblo, defendió con las armas el orden legal. Estuvo en la Fortaleza San Luís, de Santiago, al lado de Buceta, y asistió a la dolorosa y sangrante retirada del Ejercito Español a Puerto Plata, pero al abandonar el territorio los españoles, se adhirió a la República.
Tan pronto surge Báez, halla en el caudillo su centro de gravedad político. Tocóle ser Delegado del Gobierno en el Cibao, junto con Manuel Rodríguez Objío. Derrocado Báez, se hizo a un lado hasta que volvió el hombre el año 1868. Seis años arriba, como se dice en política, disfrutando de todas las ventajas proporcionadas por el mando, y apoyando ciegamente, en calidad de miembro del Senado Consultor, todos los actos del Poder Ejecutivo, por antipatriótico que fuesen. Después del año 1878 no hubo mas posibilidades favorables al retorno de la bandería al poder, y cerrado para él ese capitulo de los beneficios del partidarísmo, saco afuera su antigua postura de prócer, y haciendo remuneraciones en torno a ella, poniéndola en alto como titulo de gloria, paso los años finales de su existencia, muere en Santo Domingo en 1886.
Rufino Martínez. Diccionario Biogrófico Histórico Dominicano (1821-1930)