Entorno Familiar
Creció en Estancia Nueva con todos sus hermanos y primos, bajo la tutela de sus padres y tíos. Su alegría era contagiosa desde niño, por lo que creció con el aprecio y cariño de toda la familia Cáceres, en especial de su abuela Narcisa Ureña Vda. Cáceres (Cisa). El encanto sutil de su sonrisa cautivaba a todos y esta conjuntamente con su esbeltez y su figura varonil, lo hicieron ser admirado por muchas jóvenes de todo el Cibao.
Nuno Viñas en el artículo publicado en Acento.com.do, titulado «Tunti», lo define como un hermano, para él y su hermano, dice: «A mi hermano y a mí, siendo niños, nos parecía que era un amigo íntimo pues así nos lo hacía creer y realmente era primo hermano de mi papá. Cuando bajaba la cuesta desde la carretera, para luego subir hacia la casa de Mamá Chicha, en el carro que usaba de Antonio de la Maza, se escuchaba a alguien exclamar: “ahí viene Tunti” y se llenaba de alegría el entorno familiar».
Viñas continúa diciendo, en parte: «Esta relación tan estrecha hizo que nuestro cariño por él fuera cada vez mayor. Un día, desapareció de nuestras vidas para siempre, quedando solo la esperanza de volverlo a ver. Su cercanía familiar con Antonio de la Maza, quien estaba casado con una de sus tías, hermana de su madre, le había hecho acreedor de la confianza de este y prontamente se convirtió en una especie de asistente. La relación de los de la Maza y los Cáceres era consecuencia de la estrecha amistad y familiaridad entre su abuelo Mon y don Vicente de la Maza, padre de Antonio».
Por lo anteriormente expresado por Viñas apunta: «Tunti siempre mostró la templanza de los hombres que no tienen miedo y quizás por eso entendió el rol que le depararía el destino y también el motivo de su selección para ser parte de la conjura que acabaría con la dictadura de Rafael L. Trujillo, llamado por muchos “El Jefe” y quien tenía 31 años en el poder cometiendo abusos de todo tipo. Además, Tunti había demostrado grandes habilidades como conductor de automóvil.
Rol en el tiranicidio
El Mayor General (R) José Miguel Soto Jiménez, en su publicación en el Listín Diario del 27 de septiembre del 2008, titulada «Tunti Cáceres Michel, el héroe», detalla los hechos que precedieron al vil asesinato de Tunti Cáceres. A continuación, te presentamos el texto íntegro de dicha publicación.
Tunti Cáceres Michel, el héroe
El martes 30 de mayo de 1961, Tunti Cáceres Michel se acostó temprano en su hogar en Moca, no sólo porque los días de semana en los pueblos tienen apariencia de familia enlutada, sino porque tenía que levantarse bien temprano para viajar a la ciudad capital, ya que al amanecer sería miércoles 31, día en que el “Jefe”, reo de su propia rutina, acostumbraba viajar a la Hacienda Fundación y, por lo tanto, el joven de 22 años tenía una cita ineludible con el arrojo, para intentar una vez más emboscar y eliminar al miedo, en una convocatoria a la que no quería fallar ni llegar tarde, por ser ese compromiso un convite supremo de la historia con su propio valor y con los ímpetus de su hombría descollante.
Según narra el mismo Tunti en su interrogatorio de la fiscalía, en su condición de conductor de uno de los vehículos, había ensayado la emboscada, acelerando el carro de motor arreglado a su máxima velocidad y frenándolo de golpe, bajo las órdenes directas de Antonio de la Maza, que en la misma vía donde se llevaría a cabo, practicaba la suerte de esa célebre persecución premeditada.
El 24 de mayo, en horas de la mañana practicaron en la avenida la operación que se llevaría a cabo, y en la noche, fueron al malecón a esperar a que pasara el hombre que no pasó rumbo a San Cristóbal porque tenía gripe.
El domingo 28, Día de las Madres, Tunti dice que retornó a su pueblo para esa festividad del último domingo de mayo, pero para regresar el miércoles e intentar junto con los demás conjurados la empresa en la que estaban comprometidos, la que sorpresivamente se adelantó para el día martes 30, sin que fuera debidamente avisado.
Lo mismo exactamente pasó con Antonio García Vázquez y con los hermanos Ernesto y Mario de la Maza, quienes siendo del llamado grupo mocano, viajaban todas las semanas con ese mismo propósito, en algunos casos trasegando parte de las armas que iban a utilizar en esa peligrosa cacería.
Para ese efecto, todos viajaban los miércoles movidos por un compromiso ineludible, unos para participar directamente en la acción, otros para cumplir algunas tareas en el grupo político, como vigilar a Pupo, y algunos encargados de escribir y difundir la proclama, la cual se pasaría por radio y televisión.
Además, ninguno de ellos quería fallarle a Antonio de la Maza y con él y en él a la venganza, un ajuste de cuentas familiar por la muerte de Octavio de la Masa y sus incalculables consecuencias, sino porque la sangre demanda sangre, y en un lance de honor y en defensa propia, Octavio, agregado aéreo en Londres, se vio precisado a ultimar a Luis Bernardino, funcionario diplomático, que ofendió e hirió al oficial piloto, y esa muerte dio paso a que presentándose la oportunidad conveniente, se efectuara el desquite por parte del hermano del muerto, un sicario de la tiranía, íntimo amigo del autócrata de San Cristóbal, jefe de los jinetes del Este y a quien los lugareños de la Villa del Seíbo llamaban el “vaquero del Pintao”.
Desatento el destino huraño, no quiso que la citación se diera como fue planificada, no porque estaban en Moca, sacándole el cuerpo a los designios ineludibles de ese encuentro, o esperando la visita del “Jefe” a la “Villa Heroica” para ajusticiarlo allí, como en efecto estaba planificado para el fin de semana, si podía escapar a los pormenores de ese miércoles justiciero, sino porque el dictador adelantó su viaje semanal a su finca y este impulso, relacionado con una inesperada cita de amor, culminó y desembocó en ese compromiso viejo que hacía tiempo había hecho con el odio y sus dilemas, y cuyo desenlace trágico había profetizado en la década del treinta, entre la blancura nívea de su santidad marinera, la señorita Elupina Cordero, la ciega iluminada de Sabana de la Mar, en una visita que le hizo Trujillo y que no turbó la pasividad proverbial de la clarividente, fruto de una mente exaltada hasta los planos superiores de la conciencia.
En efecto, la falta de tiempo, la premura febril de eliminar al hombre o razones de seguridad, impidieron que Antonio de la Maza informara de los cambios de planes a sus familiares, y eso hizo que algunos de ellos que tenían participación directa en la ejecución de la empresa, no pudieran tomar parte activa en la conjura.
Los cambios de última hora, con sus desenlaces imprevistos y la falta de comunicación, hicieron que los mocanos fueran sorprendidos por las fuerzas represivas, algunos de ellos inclusive entregados a los “brazos de Morfeo”, esperando el día siguiente para venir a la capital a matar al jefe, cuando este ya estaba bien muerto y su cadáver había sido sacado por sus sicarios huérfanos, de las entrañas aquellas del baúl del automóvil de Antonio de la Maza.
De todas formas, para cuando el bravo mocano se enteró por varias vías de que el hombre iría esa noche a San Cristóbal era muy tarde para que los implicados mocanos llegaran a tiempo, ya que tomó conocimiento de la eventualidad inesperada del cambio de día, sólo después del paseo atardecido de Trujillo en el malecón, el cual se efectuaba todos los días después de las 6 de la tarde, “chivateado” por el hábito de ponerse su uniforme verde olivo, el cual sólo vestía para la ocasión de ir a su casa de las Caobas, o delatado por el teniente Amado García de su cuerpo de ayudantes, o por Miguel Ángel Báez Díaz, quien caminó esa prima noche con el déspota, en la última caminata de su historia.
De ese grupo de mocanos, sólo Tunti Cáceres pudo escapar inicialmente de los calieses, escondiéndose en los montes, como él mismo narra en el relato pormenorizado que hace en su declaración del día 6 de junio ante la fiscalía.
Tunti declara que, enterado de la muerte de Trujillo el día miércoles en la tarde, se escondió en los terrenos de su abuelo donde durmió cuatro días en el monte comiendo solo frutas silvestres, hasta que decidió entregarse a Petán, quien era amigo de la familia.
Sin embargo, es su padre Luis Manuel Cáceres Ureña quien en sus declaraciones del 5 de julio de 1961 contribuye a aclarar su estadía en Moca y su itinerario: “Mi hijo Luis Manuel Cáceres Michel, llegó el día 28 de mayo a mi casa de Estancia Nueva en Moca y permaneció allí los días subsiguientes. Estando yo acostado (el día 30) y siendo de diez a diez y treinta, llegó mi hijo Luis Manuel Cáceres alias Tunti a acostarse”. Refiriendo luego que al día siguiente Tunti permaneció en su casa, señalando que el 31 de mayo, cuando la guardia lo hizo preso en su finca, ya Tunti había desaparecido de su hogar. El padre empero declara que antes de salir para su propiedad, Tunti le había referido que los de la Maza y los García habían sido apresados por un complot del que él mismo tenía conocimiento, pero que al resultarle inverosímil en sus implicaciones no le dio importancia.
El padre de Tunti no sabía que su hijo era parte importante e integral de esa trama; que iba a ser el conductor del carro perseguidor que finalmente guió Antonio Imbert en su ausencia, y que casi todos los implicados directos de la gesta del 30 de mayo lo señalan en sus declaraciones, como si lo marcaran con la gloria, no como un simple relacionado circunstancial del asunto ese del destino, sino como parte del grupo principal de aquellos hombres decididos que, haciendo historia, se convertirían en víctimas propiciatorias de su heroicidad.
Fuentes:
- https://acento.com.do/opinion/tunti-8915703.html
- https://listindiario.com/la-vida/2008/09/13/73540/tunti-caceres-michel-el-heroe